27 julio 2006

Vida Vacía



¿A quién engañaba con ésa sonrisa falsa?
Inclusive mi reflejo me exigía una mejor actuación.
No debía llorar, no era momento para ésas lágrimas entrometidas
Que sin pedir permiso invadían el espacio de mis ya,
Sonrojadas mejillas sin ninguna consideración.

El se había ido y no volvería. No podía ocultar ése rostro impaciente
Por salir en busca de nuevas aventuras y no tener que preocuparse por la estabilidad.
Por ésa muñeca de porcelana que fui y que aún seguía siendo después, de que el cerró la puerta unos segundos atrás, dejando simplemente la certeza de que su voz no la escucharía más.

Se fue con un portazo, dejando mi casa ordenada y mi alma a punto de estallar.
Se fue sin explicación alguna, sin mirarme a los ojos, sin dejar tan siquiera
Una razón o un motivo por el cual lo pudiera odiar.
Tal vez por éso siento lo que siento, le tengo rabia por hacerme odiarme al no ser capaz,
De entender su decisión, de entender el porqué no dijo ni “adios” .

Me retuerzo en el suelo con el llanto de compañero, dándose a la tarea de bañar mis pómulos y empañar mi visión. Así quizás pueda ver todo claro entre tanta confusión.
Sólo recogió sus cosas, lo que aprendió y lo que disfrutó, y a mí me dejó sin nada, con la angustia y la pena de saber que lo que hubo entre nosotros no volvería a ser.

A mis oídos aterrizan las largas conversaciones que tuvimos, no necesariamente de un tema en especial. Su aroma provocador, su entidad, su inocencia, se impregna en mi ropa, abrazándome. A mi boca se asoma el vívido recuerdo de ésos labios perfectos, posados sobre los míos. A mis palmas recurre el anhelo de ésa piel exquisite, esos suaves vellos de su pecho, masculine por excelencia.

Pero nada dura para siempre y él no es la excepción, desvanece. Todo desaparece cuando mi mente determina que ando perdiendo el juicio. Que lo que ocurrió está donde debe estar, en el pasado y que el futuro con él…no es más que una ilusión, no existe.

Expando mis brazos por el ahora frío piso, y sólo me acompaña la sequedad de cada una de sus lozetas, que amenaza con acuchillar la esperanza de que podré levantarme y escaparme algún día. De aquella prisión, de ésta, mi vida.

Una vida vacía…sin su amor.

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